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Channel: EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS. JINETES
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HISTORIA DEL CABALLO

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HISTORIA DEL CABALLO

El caballo es el hermano mayor del hombre, ya que apareció en la tierra en la época Terciaria, siendo así que este no tomó la condecoración de la hoja de parra hasta la Cuaternaria. Hubo un tiempo en que ambas especies se aliaron, formando un pueblo maravilloso, llamado de los Centauros, el único, hasta el presente, del que no se ha podido decidir a ciencia cierta si marchaba a pie o a caballo. Años más tarde se separaron definitivamente. Los hombres especializándose en el crimen y el robo, necesitando tener libres constantemente las manos, y adoptando la locomoción en dos pies solamente.





Los caballos se dedicaron a las carreras, como los jóvenes acomodados de nuestros días, y tuvieron que dedicar a ello las cuatro, determinación prudentísima, pues siempre han hecho mejor carrera los animales de cuatro patas que los de dos. Mucho tiempo después, gran cantidad de hombres, mal llamados jinetes, han hecho innumerables esfuerzos involuntarios para que los caballos adoptasen la posición constante sobre los apoyos posteriores; mas solo han conseguido resultados momentáneos: Ellos por su parte, sienten muy raras veces veleidades de colocarse en tal equilibrio inestable e incomoda postura.




Los caballos han tenido también sus grandes hombres. Pegaso, muchos siglos antes de Jesucristo, inventó la locomoción aérea, estableciendo un curioso tipo de mas pesado que el aire, a la par que vencía fácilmente a su rival humano, el desdichado Icaro, enamorado del Sol. Darío le debió a su caballo el trono de Persia, gracias también, justo es decirlo, a la astucia galante de su escudero. Otro , cuyo nombre no ha conservado la historia, pero que debería llamarse Don Juan, conquistó a la reina Semiramis, que le entregó su cuerpo, anonadada. Lo cual nos lleva acreer que la famosa soberana era, al menos bajo cierto aspecto, una mujer extraordinaria.


Nuestro buen Rocinante, que en hechos gloriosos y sonados no tiene que envidiar a ninguno, fue, en cambio, muy desgraciado con las yeguas. La única vez que sepamos se dedicó a ellas, salió maltrecho y humillado de la aventura. Aficionado como era a los asnos, puede fundamentalmente creerse que las malas compañías le perdieron. 





Incitatus, el caballo de Calígula, ha sido entre sus hermanos el que hizo mejor carrera política, llegando a Senador y consul. Más bajo este aspecto, forzoso es reconocer que los indivíduos del género Asinus, bien que corrientemente despreciados, consiguieron siempre mejor éxito, por poco que escondiesen las orejas. Así y todo, Incitatusfué un senador discreto, de los que no hablaban. En cuestiones religiosas, el caballo que tiró a San Pablo en el camino de Damasco nos parece haber sido aquel cuya influencia ha sido más transcendental. Fue por defensa o por debilidad, en el momento de depositar violentamente en el suelo los pecadores huesos del presunto Apóstol, firmaba la conversión al Cristianismo de todo el Occidente. "La vida es una carrera de caballos", dijo años más tarde el Santo de Tarso. Mas de ser así, él no la hubiera ganado nunca.

En el cielo viven -y lo ponemos en presente, porque allí todo es eterno- algunos caballos. Al menos, unos cuantos de fuego, cuyo numero desconocemos, que vinieron en cierta ocasión a la tierra para llevarse al profeta Elías, y uno blanco, en el cual estaba montado reglamentariamente el Apóstol Santiago.. Este animal -el blanco-  debe ser nacido y criado en España, en las proximidades de Clavijo, pero debido a lo poco que en nuestro país se ha atendido a las genealogías animales, desconocemos completamente su origen.
El caballo de Nicomedes, que se dejó perecer voluntariamente de hambre a la muerte de su amo, puede citarse como predecesor del alcalde de Cork.  Y tampoco han faltado entre ellos los heterodoxos  y librepensadores. Maroco jugaba a los dados en Inglaterra con su amo Bemk, hacía adivinanzas y otros prodigios. El uno y el otro vinieron a Portugal en tiempos de la dominación española, y el oto y el uno fueron, naturalmente, quemados como brujos por la Santa Inquisición. Fué, pues Maroco un mártir de sus ideas y de la sabiduría de su amo, así como tantos de sus hermanos lo han sido de la ignorancia de los suyos.

Los árabes, por selección esmeradísima, dentro de un núcleo selecto preservado de toda contaminación impura - es decir extraña- , por una casi deificación del caballo, llegaron a conseguir un tipo muy superior a todos los conocidos hasta entonces. Cometían aún graves errores, como era el trabajo prematuro impuesto a los potros y la inmovilidad constante de los sementales; pero, de todos modos, su sistema era infinitamente superior a todos los demás empleados por sus contemporáneos. Fueron los primeros en conocer el valor de la prueba, es decir, de la comparación de velocidad, y también de como se pueden transmitir y fijar los caracteres y propiedades individuales, hasta convertirlos en genéricos. Todo un pueblo dedicado religiosamente a esta labor durante siglos, llegó a producir regularmente ese tipo maravilloso y legendario de caballo que recibe el nombre de Árabe. Pero mientras en el mundo quede vida, no se dirá en nada la última palabra, y los orientales fueron una vez más vencidos por los hijos de Occidente, valiéndose, es cierto de sus propias armas. La importación del Árabe  a Inglaterra fue el primer eslabón de la cadena que había de conducir a esta superación.

En dos periodos es preciso dividir esta aportación de Oriente. Uno, preliminar y fundamental, que abarca seis siglos (del XIII al XVII), que va transformando lentamente el elemento indígena, formando -por decirlo así- el elemento hembra de la raza, la tierra madre admirable mente labrada y abonada, dispuesta a maravilla para recibir la buena semilla. De masa informe así formada se apartó por elección un primer un primer núcleo pequeño a finales del siglo XVII. Eran los tiempos del reinado de Eclipse de los últimos Estuardos, despreocupados cortesanos, entre los que asoma la sarcástica mueca de Cromwell, fanático irónico, que se apoderó de las Royal Mares, y a cuya mirada de águila no se ocultó el fin necesario y los medios necesarios para alcanzarle. Mas no era el único en el pais. Había llegado la hora de que el elemento masculino, la sangre sin contaminación, llegase a fundirse definitivamente con las yeguas madres (propongo este término de yeguas madres, que me parece mucho más decoroso que ese plebeyo yeguas de vientre, usado hasta ahora), perdonándoles su pecado original a condición de que ni ellas ni sus hijos reincidiesen.




 Llegaron los tres grandes reproductores árabes:

Darley Arabian
Godolphin Arabian
Byerley Turk 

a vivificar por vez postrera la vieja sangre indígena, ya tan diluida en la pura, a dar nombre y recoger los esfuerzos similares de tantas centurias, para cerrar definitivamente las fronteras de la nueva raza pura, formando su recinto sagrado, su clausura, en el que desde entonces nadie ha podido penetrar.

Termina entonces el período de gestación de la raza inglesa. Desde allí, no admitiremos por principio la mejora llegada del exterior -que lleva consigo inri y destierro- , será necesario buscar la selección por afinidad y contraposición, y, sobretodo, por la repetición, la regularidad y rigor de las pruebas, pues estas tiene que ser la base de toda selección, ya que la función crea el órgano. Son primeros los tiempos de Eclipse -cuya historia se ha contado miles de veces- y de Herod. Es preciso dejar pasar un siglo para llegar al nombre de Saint-Simon, el único cuya huella puede hoy día considerarse dentro de la raza como comparable a la de sus grandes progenitores. No se trata aquí de hacer una historia de los grandes caballos a quienes sus triunfos en pruebas públicas han valido una reputación universal, y por eso pasamos por alto todos esos pasamos por alto todos esos nombres, con las hazañas que los dieron a conocer. Hay muchos libros dedicados exclusivamente a eso, que no es el objeto del presente.

Desde los tiempos heroicos de la raza, ningún caballo ha tenido en ella una influencia semejante a la de Saint-Simon, y por eso no ponemos ningún otro detrás de su nombre. Acaso entre los actuales reproductores haya alguno llamado a desempeñar papel equivalente; mas para comprobarlo es necesario que pasen muchos años. Si esta obra los vive, tiempo quedará a su autor,o a sus afortunados herederos, de dar entrada al nuevo héroe que se lo haya ganado bien.
Como resultado del conjunto, los ingleses, valiéndose de una selección más racional y meticulosa, de un régimen más ordenado de alimentación y trabajo, de una higiene exquisita y de un medio ambiente acaso más propicio, han conseguido una mejora inaudita del caballo árabe, mejorador y, casi puede decirse, progenitor exclusivo del suyo. El Pura Sangre Inglés es el caballo más perfecto, es el caballo más caballo que existe sobre la tierra. Todos los mestizos, así como la multitud de razas geográficas con cuyos nombres nos atruenan los oidos todos los dñias, nos interesan muy poco más que los caballos de cartón de los bazares de juguetes. ¿Y el Árabe? ¿le habremos olvidado ya? Nada de eso. Le respetamos como al patriarca augusto en lo que fue. Mas le miramos únicamente, en lo que permanece, como la momia venerable de un antepasado glorioso y prolífico, como un Tutankamón hípico y transcendental. Volver a él sería labor digna de la reina Penelópe. Y nosotros no esperamos a ningún Ulises.

¿Y el Anglo-Árabe? ¡Ah! El Anglo-Árabe, como nacido en el Mediodía de Francia, tiene un inimitable perfil tartarinesco. Es casar a un hijo con su madre para que los nietos se parezcan a su tía. Es aprender a tocar la flauta cuando se sabe tocar el violín. ¿No nos entendemos bien? Pues vamos a explicarnos todavía un poco. Fundiendo oro y plata se obtendría seguramente un metal precioso; pero ningún joyero lo ha hecho nunca, porque el producto no tendría ni la belleza del oro ni la de la plata. Todo el mundo ha preferido conservarlos aparte para destinar cada uno a su uso particular.Y el Árabe puede también tener el suyo. Lo que antes se ha dicho de él no sería justo estampar lo en un libro que no fuese exclusivamente para jinetes, y esto en el sentido más desinteresado y deportivo. Es decir, que aquí no se llama jinete al médico de pueblo que cruza las montañas en un asno de orejas cortas; ni al sexagenario, que toma el sol a caballo o se entretiene en hurgarle con las espuelas  mientras le tira de las riendas; ni tampoco al soldado de Caballería, que bastante tiene con aprender en poco tiempo a montar en caballos no siempre fáciles del todo. No, no y no. En estas páginas se habla a quien, sea cual sea su maestría, mira la equitación como artista; el que busca al caballo que sea a la vez el más poderoso y el más sensible; al que sabe desde luego que para montarle necesitará doblar su atención y su firmeza y dominar más sus nervios, como quien conoce también que pagará muy caras sus faltas. Repitamóslo. Hablamos al jinete que busca al caballo más caballo, al que no se quejará nunca por encontrar exceso. Este tiene el verdadero espíritu de jinete, y para este vive el Pura Sangre. Y a este y a los demás les decimos:


Northern Dancer
El "Bailarín del Norte" uno de los PSI más influyentes de la historia reciente. Guapo, guapo, guapo.

Quien no ha montado nunca un Pura Sangre, no puede estar seguro de saber montar a caballo. Y el que lo ha montado alguna vez y no le gusta, puede estar absolutamente convencido de que no sabe.

Y como consecuencia: Dime qué caballo te gusta y te diré quien eres.
Dichas estas dramáticas palabras, forzoso será añadir que no pueden en modo alguno tomarse en sentido exclusivo -los parientes de Pura Sangre suelen ser gentes honradas-, ni servir de disculpa para no montar, cuando no se tiene a mano una de esta máquinas perfectas. Que lo haga, si a bien lo tiene, quien pueda procurárselas a capricho. Mas los humildes mortales tenemos que conformarnos a veces, no ya con malas imitaciones, sino también con caricaturas. Entre estas caricaturas incluimos a único Pura Sangre que hasta hace pocos años era conocido de la mayoría de los españoles, siendo causa de su descrédito entre nosotros. Nos referimos a las mal conservadas sardinas importadas generalmente de Gibraltar, abortos desdichados de algunas madres reales, animales débiles físicamente, a los que el trabajo desproporcionado a sus fuerzas -generalmente unido al mal trato, que lleva consigo la insuficiencia al ser tomada, según suele, por mala voluntad -había producido desequilibrios nerviosos, casi un histerismo caballar.

Por perfecta que sea una raza, no todos los individuos pueden serlo, y el abismo que separa a los buenos de los malos se agranda enormemente cuando se les hace luchar entre sí.. El mal no está en la comparación, naturalmente. Pero los propietarios del penco no se resignan muchas veces fácilmente: le torturan, empeñándose en el absurdo de que se supere a sí mismo, y del pobre ser que pudiera tener su modesta utilidad hacen un loco físicamente arruinado. Muchos inflamados detractores del Pura Sangre lo han sido con estos datos a la vista. Le echaban en cara su escaso volumen y su excesiva nerviosidad, y desde su punto de vista tenían razón. Les extrañaría mucho encontrarse con un Pura Sangre de más de de seiscientos Kilos y saber que no hay caballo más tranquilo ante el trabajo, aunque lo sea poco ante las torpezas y necedades de su jinete.
Sirva de consuelo pensar que el buen escultor con cualquier barro hace una buena estatua. Lo más importante es saberla hacer, y aunque la mala calidad de la materia prima haga a veces que se desmorone cuando estaba casi terminada, téngase paciencia pensando en que mientras vive su autor no hay obra definitivamente perdida para él. La obra de arte perfecciona a su propio autor a medida que va saliendo de sus manos. En cambio, las más divinamente dotadas se anquilosan y pierden en la inmovilidad todo su poder misterioso.








LA ADELITA
https://youtu.be/Q47OHAm_cS8


Chevi Sr.

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