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Channel: EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS. JINETES
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LA JINETA Y EL TORO

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LA JINETA Y EL TORO


  En los orígenes ibéricos dice la leyenda que en los prados de la isla Cártare, pacían los grandes rebaños de toros rojos de la ya entonces gran metrópolis de Tartesos, en las margenes del lago Ligustino.



Las islas de cartare

Las islas de cartare las formaba el delta del Guadalquivir, llamado entonces Tarteso, al desembocar en el Atlántico, y el lago Ligustino estaba formado por el mismo río en su desembocadura.
 Fue allí donde el hijo de Osiris, dios egipcio de la muerte, hermano y esposo de la diosa Isis, la virgen egipcia, fundó la ciudad de Híspalis, la actual Sevilla, y se vio involucrado en la historia taurina, al jugarse la vida para arrevatar a Gerión, tirano de Andalucía, sus toros rojos y bravos.
  Para ello hubo de lidiar la más dura corrida que registró la historia de entonces y dio muerte en bravo combate a Gerión, a Eurytión, encargado de la ganadería y al perro Orthos, hermano de Cancerbero, guardador de las puertas del averno. Orthos tenía confiados a sus colmillos los incontables rebaños de toros de 
Gerión.

 Una vez solucionado el confilcto, parte de los rebaños -reza el mito- fueron transportados a Egipto en heroíca travesía marítima, dada la bravura de los animales y la dificultad que ello suponía, y los dominios de la ciudad de Tartesos, así como sus toros, quedaron bajo la tutela egipcia.
 Por otra parte, el profesor Antonio García Bellido en su obra La Península Ibérica en los comienzoz de la historia nos referencia al respecto la narración del historiador griego Hesiodo que, a mediados del siglo VII, dice que Geryón fue muerto por Herákles en la isla de Erytheia (...), Stesichoros habla del lugar donde nació el pastor Gerión (...) para el geneálogo áticoPherekydes (primera mitad del siglo V a.C.), Eritheia es Galdeira (Cádiz) donde el mito situa los bueyes de Gerión...Por otra parte, Cayo Plinio en su Historia natural, cuya obra se cree que ya estaba terminada en el año 77d.C., decía que la zona <<tenía, además, fama por la riqueza de sus pastos y por la abundancia y hermosura de sus ganados>> Por su parte, el geógrafo griego Estrabón en el tercer volumen de su Geografía nos corrobora esas teorías de siguiente modo: <<Tiene unos pastos buenísimos, y la leche de los ganados que allí pastan no hace suero (...) es tan grasa que para obtener queso, hay que añadirle mucha agua y si no se sangrasen las bestias cada cincuenta días, se ahogarían.


  La hierba que pacen es seca pero engorda mucho; de ello deducen (...) que debió nacer la fábula de los ganados de Geryónes (en Erytheia)...>> Finalmente destacaremos de entre los casos y cosas de la España antigua y sus bulos, una cita de hace más de dosmil años que cuenta: <<Es verdad que en Lusitania, en los alrededores del oppidum (ciudad fortificada) de Olisipon (Lisboa) y el rio Tagus, las yeguas, vueltas hacia el viento favonius, respiran sus fecundantes auras, preñandose de este modo; los potros que paren salen rapidísimos en la carrera...>>

 También es conocida por todos la profusión de toros y escenas d caza de estos que aparecen en las pinturas rupestres de toda la Península, así como la abundancia de figuras de barro y bronce representando estos animales en las cuevas. Las escenas de caza de toros también podemos contemplarlas en vasos micénicos y cretenses, así como en los frescos murales egipcios descubiertos en la Acrópolis de Tiryntho (Grecia), en donde se reproduce la verdadera suerte del toreo.

Acrópolis de Tiryntho


 Estos intercambios culturales son explicables dado el comercio desarrollado en las aguas mediterráneas en épocas tempranas como son las cretense-tartésicas, así como otras anteriores.

  En época romana se empezaron a construir circos en especial para las luchas de toros, y el tauraii ibérico se especializó, en los circos, en la lucha contra el toro.

  Fernando Villalón en su taurofilia racial nos caracteriza la organización de los "bestiarios" de esos circos los cuales se distribuían en tres clases. En primer lugar los que luchaban o cazaban fieras por afición, en segundo lugar, los que lo hacían por retribución o salario y, finalmente, los condenados a ser muertos por los animales. Las dos primeras clases se llamaban venatori, los cuales a su vez se redistribuían en los sagetarrii, que solo usaban arco y flecha y se supone que eran generalmente partos; y los tauraii, los cuales eran especialistas en la lucha contra el salvaje, que lidiaban a caballo o a pie, y podían ser profesionales, libertos o esclavos. Estos últimos eran adiestrados por maestros que estaban organizados para alquilarlos o venderlos, según tuvieran que morir o no en las fiestas.

  A los tauraii se les permitía llevar un trozo de tela púrpura -precedente de nuestro actual capote- para engañar al astado; vestían una túnica corta muy ceñida, no utilizaban casco y por mrdio de unas vendas se defendían las piernas; sus armas eran la espada corta ibérica o el chuzo, un palo armado con una punta de hierro.



  Tanto la dominación visigoda como la de otros pueblos bárbaros no modificaron estas costumbres, aunque los godos enfriaron en cierto modo, el taurinismo ibérico. En contra de lo que algunos autores e historiadores creen, no fueron ellos los que importaron la costumbre de Lusitania; tal es el caso de los famosos versos del poeta moralista del siglo XVII, Argensola: <<Para ver acosar toros valientes, fiesta un tiempo africana y después goda>>

  En la Edad Media fueron los castillos feudales y las plazas de armas de las fortalezas, en períodos de tregua de los asedios, los lugares donde se enfrentaron jinetes y toros. Es en esta época en la que la fiesta queda en manos del caballero, es decir, del hombre de acaballo o caballero-jinete. El pueblo gustaba de esas fiestas, y despues celebraban un banquete con la res muerta regalada por el señor.
El lidiador era pues, entonces, voluntario y la lucha era brutal, aunque no iba acompañada de un asesinato colectivo como en la época de los romanos. Así la lidia se redujo, tal como apuntábamos, a la lucha del caballero con el toro o del asalariado que, a pie y armado del instrumento de su especialidad, daba caza al animal. Y anotamos animal, y no toro, ya que en esta época, este se alternaba con osos, lobos o jabalíes.

  Ante este espectáculo que tanto agradaba a la nobleza y a la plebe, la Iglesia no quedó impasible, sino que por boca de algunos de sus pontífices (InocencioIII, Eugenio II, Alejandro III, Sixto V...) emitió bulas y encíclicas, tanto en contra de los torneos de caballería como de la "cruel y sangrienta" (sic) fiesta taurina. Ante tal posición es sorprendente la perseverancia de los españoles en mantener una tradición tan suya, llevándolos a desobedecer encíclicas, bulas y anatémas de los pontífices que condenaban la fiesta de toros hasta el punto de negar el enterramiento en sagrado a los lidiadores. Sin embargo, estas órdenes eran muchas veces desatendidas e incluso los mismos ministros de la Iglesia buscaban subterfugios para evitar su cumplimiento. Años más tarde, el claustro en pleno de la Universidad de Salamanca motivó una protesta, escrita y redactada por fray Luis de León, en contra de la bulas que prohibían la fiesta.

  Esta época podemos considerarla como una verdadera Edad de Oro de esta especialidad, el alanzamiento, ya que una pléyade de jinetes montaba sus caballos árabe-andaluces por los cosos de la España Islámico-cristiana. En este aspecto, el trato entre musulmanes y cristianos era frecuente y se cree que los cristianos adaptaron la jineta para poder competir con sus rivales musulmanes (al igual que en la guerra se vieron también empujados al uso de la jineta).
Entre 1379 y 1474, en los reinados de Juan I, EnriqueIII y EnriqueIV, se acababa de gestar artísticamente el primer toreo a caballo (alanzamiento de toros)


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y con ello surgieron nuevos tratados de la Jineta con reglas pertinentes acerca del modo de montar y domar los caballos para tal empresa.

  El espectáculo florecerá en Italia llevado por los aragoneses y en algunas épocas podemos encontrar Pápas taurófilos tal es el caso de Alejandro VI (1500 aprox.).
Es en esta época cuando aparecen las Hermandades de Caballería, las cuales se formaban bajo la advocación de algún santo patrono, tal como fue la costumbre durante la Edad media con los gremios y hermandades de oficio.. Estas se formaron en la época de la reconquista en las ciudades que se les iba arrebatando a los musulmanes.
La primera noticia de estas hermandades la tenemos en Castilla, en 1108, durante el reinado de Alfonso VI. En Aragón, la primera aparición histórica corresponde al reinado de Pedro I, quien después de ganar la batalla de Alcoraz proclama a San Jorge patrono de Aragón, convencido de su ayuda en la batalla. Se formaron bajo su advocación unas Hermandades de Caballería con privilegio para tener reglamentos y ordenanzas propias, conservados en la actual Maestranza de Zaragoza. La Hermandad Valenciana formaba parte de la Corona Aragonesa, así como las de Ronda y Granada dependían de Sevilla.

  Después de la conquista  de esta plaza por Fernando III el Santo, doscientos hidalgos de sangre formaron, en sus nuevas residencias, sus corporaciones y hermandades, la más importante de la cuales fue la de los caballeros de San Hermenegildo. Esta hermandad poseía una tela (terreno llano y extenso para correr los caballos) en la puerta de Córdoba  donde practicaban los ejercicios de entrenamiento para la guerra, uno de los cuales era la lidia de toros. El rey Alfonso X el Sabio concedió privilegios a esta Hermandad.
  En Ronda no se perdió nunca el carácter eminentemente caballeresco militar de las cofradías que se formaban a raiz de la conquista de plazas por los Reyes Católicos (1485) hasta su reorganización como Maestranza de Caballería por Real Cédula del 6 de septiembre de 1572, tomando como patrona la Virgen de Gracia, haciendo todos los maestrantes voto perpétuo de defender el misterio de la Inmaculada Concepción. La explicación del mantenimiento militar incorrupto de las maestranzas de la costa mediterránea obedecía a los contínuoas desembarcos de piratas berebéres, turcos y aun holandeses e ingleses durante los siglos XVI y XVII. 

En cédulas expedidas en los años 1572 y 1614 se propone la reorganización de las Hermandades, que eran las escuelas de toreo a caballo y de la práctica de la jineta, reformadas bajo la nueva denominación de Maestranzas de Caballería.

 

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