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Channel: EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS. JINETES
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LA ALEGRÍA A CABALLO

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LA ALEGRÍA MONTANDO
El noble bruto y sus amigos.5


La frase es de aquel gran jinete que no temió cabalgar hasta la muerte: de Fernando Primo de Rivera. Murió de manera ejemplar, y la epopeya que escribió con su sangre pertenece al Ejército, a la Patria entera, Más la sombra de su gloria no ha de oscurecer para los que fuimos sus amigos, el aspecto que su vida tenía. Hombre de admirable naturaleza, lleno de salud y de optimismo, generoso y abierto, adoraba la vida y la hacía amar a cuantos le rodeaban. Que lo nieguen quienes no lo tomen a elogio; mas tenía a nuestros humildes ojos, el más hermoso corazón que nunca conocimos. Y el caballo era una de sus grandes pasiones. Cuando contemplaba un animal de clase, de esos que respiran distinción, agilidad y fuerza, sus ojos rebosaban de placer. Sus libres movimientos, su alegría, eran para él un regalo sin precio. Era aun más amante de los caballos que jinete. Por eso, como tal, nunca tuvo fuerzas para exigirles sumisión absoluta. Se complacía demasiado con ellos para poder castigarlos, y con tal de que fuesen brillantes, hasta las defensas las toleraba riendo, como travesuras. 

¡Cuan lejos estaba de esos jinetes malhumorados siempre, que no pueden subirse a un caballo sin maldecirle, ni tirar de una rienda sin apretar los dientes.!
Tenía que ser este hombre quien encontrase esa frase para expresar lo que en equitación pertenece a lo que no puede encerrarse en reglas, lo que es el buen gusto, la armonía, la fantasía, que dirían los jinetes moros. Queda para los hombres hieráticos y rígidos el empeño de conseguir que los animales, esclavizados, ni tan siquiera miren adonde ellos no quieren. Si esta es la cúspide de su arte, que duerman tranquilos en la montaña sagrada, porque nosotros nunca iremos a despertarles. Ellos están por la tiranía. Así debe de entender la equitación Mussolini. Pero nosotros creemos que la camisa negra es muy sucia y -pues que ha de ser italiano- elegimos como maestro a San Francisco, que si decía "hermano lobo", no hubiese tenido inconveniente en añadir "hermano caballo". 

Queremos ser terciarios franciscanos, de la orden ecuestre. Pedimos al caballo la sumisión indispensable, no la absoluta. Le dejamos disponer libremente no solo de sus fuerzas, sino tambien de su humor, cuando no sea contrario a nuestros deseos. Y si se piensa bien, vamos mucho más lejos que los hombres severos. Porque ellos se conforman conque los obedezcan, y nosotros queremos que, en lo posible sea con buen humor. Y cuando llevamos entre piernas un ejemplar magnífico, no nos basta con que nos admiren por gobernarle a maravilla -si somos capaces de hacerlo-. Deseamos que la gente pueda admirarlo a él plenamente, no solo en su fuerza, sino también en su juventud y alegría.

No castiguéis nunca la alegría de los caballos. No limitéis tampoco sus manifestaciones, sino desde el punto en que empiezan a ser peligrosas para vuestra seguridad. Todos los caballos sanos, algunos hasta en la extrema vejez, son amigos de retozar. Más de una vez nos hemos reido todos con la torpe y conmovedora alegría de algún Pegaso valetudinario, cuya plúmbea agilidad no le permitía ir más allá de mover grotescamente la cabeza, como prueba de regocijo. Pero muchos menos retozan con el jinete encima, porque pocos le admiten con tan buenas disposiciones cuando los obliga verdaderamente a trabajar.

Necesitan para ello casi olvidarle, tratarle como de casa, como de la familia. Y esto, cuando se trata de un pura sangre, no puede ser más hermoso. Estar en el Stud Book es casi lo mismo que figurar en el almanaque Gotta. Y que le hayan olvidado a uno, siguiendo obedeciéndole, es casi un prodigio.










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