LOS BURROS PÍOS DE CHAPÍN
Cuidados por la familia Caballero
Resulta una estampa muy típica pasear por los alrededores de la finca de la familia Caballero, próxima al estadio Chapín, y pararse a ver los ejemplares de los burros Pío porque resultan bastante curiosos. Son unos animales de características muy especiales que llevan en Jerez desde principios del siglo pasado. Todo empezó sobre 1920 cuando el Marqués de Torresoto se inició con la crianza de estos burros. Era un gran aficionado al mundo de los caballos, y fomentó deportes como el polo o las carreras de caballos por aquella época. La historia cuenta que estos ejemplares eran un regalo de un sultán árabe a la familia Caballero, al bisabuelo de Elma Caballero, la encargada actualmente de preservar la vida de los burros e intentar homologarlos como raza. “Al principio”, cuenta Elma“eran burros que se encargaban de llevar las cajas de vinos en las bodegas González Byass, y que mi familia se encargaba de cuidar”. El 8 de noviembre de 2006 nació el último ejemplar hembra de los burros Pío, que se llamó Estrella.
Los burros Pío no son una “raza” en sí, aunque se lucha para que se pueda homologar como tal. Pero asegura Elma que “la cosa está muy complicada porque es un proceso largo y exigen un número determinado de ejemplares, alrededor de trescientos. Y no paro de buscarlos porque no se me quita de la cabeza la homologación de la raza, y el nacimiento es un atisbo de esperanza”.
Antes del nacimiento de Estrella hacía dos años y medio que no nacía ningún ejemplar de burros Pío y tras mucho intentar que estos especímenes se reprodujeran, se han cruzado con ejemplares muy similares para evitar los efectos de la consanguineidad. Dos años y medio no puede considerarse mucho tiempo, pero lo que sí es cierto es que hacía mucho más tiempo que no nacía ningún ejemplar hembra. Se llaman Pío por la capa, por el color de la piel, que son manchas marrón oscuro, a veces tirando a más oscuro o más claro, muchas veces relacionados con el sexo del animal. En la actualidad en la cabaña donde perviven permanecen alrededor de quince burros Pío.
Los burros en general son una especie en extinción, y realmente existen muy pocos burros Pío, y los que hay son casos aislados. En ningún lugar del resto del país existe un número tan grande como en Jerez. A veces se encuentran por mera casualidad. En concreto, los Pío tienen un tamaño pequeño, el cráneo también es más diminuto de lo habitual, además de que poseen una docilidad extrema, es muy fácil trabajar con ellos.
A pesar de que la zona está muy urbanizada, la familia no tiene pensamiento de trasladarlos a un sitio más agreste porque Elma Caballero asegura que “los burros llevan en esta finca la friolera de más de cincuenta años, en el mismo sitio y están acostumbrados de vivir aquí y estar en contacto con la gente”. No les compensa llevarlos al campo y mientras tengan terreno suficiente, permanecerán donde siempre. Están a la vista de todos porque consideran que es algo muy característico que los jerezanos puedan verlos y observarlos. “Los niños se paran mucho ante las vallas”, afirma Elma.
Se parecen más a los burros moriscos que vienen de África que a los españoles. Tras muchos años de investigación y estudio, Elma Caballero no ha encontrado aún referencia de ellos o de alguna especie con características similares. “He intentado averiguar a través de la Casa Real de Marruecos qué sultán podría haber regalado esta especie a mi bisabuelo, para conocer más del origen”, asegura. El origen de la “raza” es una incógnita, no se sabe si es una mezcla que luego resultó por pura casualidad. Unos inicios muy inciertos.
Para preservar a los animales, se mantienen cuidados extremos sobre todo potenciando una alimentación muy equilibrada con la alfalfa, y luego se sacan todos los días a pastar, y se intenta suplir las carencias del pienso. A simple vista tienen un aspecto muy frágil, pero nada que ver. Pero sobre todo, es muy importante criarlos con mucho cariño.
Francisco Javier de la Uz Jiménez