Gran Jefe Juan Valenzuela nos manda este bonito Poema.
Juan Valenzuela con "Zemur"
ZAGALES Y CACHORROS
Repretat´esa esa punta, Miguelillo;
tíral´un un canto a a´quellas,
y una vez que las haigas bien regüelto
y vengan a una mano, las ovejas,
déjalas c´a cu gusto se retalen.
Háblales al salit´a la lantera
cruzándote pol medio.
que mientras con afán buscan la yelba
pa retesal las ugres c´al coldero
pongan la panza prieta,
voy a icit´un consejo...
puesto que vas a dite pa la guerra.
En este mismo sitio:
bajo la cruz escrita en la colteza
d´esta regusta´ncina, pol la mano
d´un pastol, en recuerdo de la escena
onde peldió la vida un zagalillo,
luchando con las fieras,
hace ya muchos años, muchos..., ¡muchos!...
-tantos, que mi caeza
c´hoy parec´un vellón de lana blanca...
¡era igual c´un vellón de lana negra!-
qu´estabamos, m´agüelo (que Dios goce)
y yo, cuidiand´un hato de borregas,
una tarde lo mesmo qu´esta tarde,
ya´l sol parejo con la lom´maquella
onde escond´al estirar las sombras
de matas y de piedras,
él, echándole lañas a una´abarca,
y yo, haciendol´al manso, una manea.
En este mismo sitio:
bajo la cruz escrita en la colteza
d´esta regusta´ncina, pol la mano
d´un pastol, en recuerdo de la escena
onde peldió la vida un zagalillo,
luchando con las fieras,
hace ya muchos años, muchos..., ¡muchos!...
-tantos, que mi caeza
c´hoy parec´un vellón de lana blanca...
¡era igual c´un vellón de lana negra!-
qu´estabamos, m´agüelo (que Dios goce)
y yo, cuidiand´un hato de borregas,
una tarde lo mesmo qu´esta tarde,
ya´l sol parejo con la lom´maquella
onde escond´al estirar las sombras
de matas y de piedras,
él, echándole lañas a una´abarca,
y yo, haciendol´al manso, una manea.
Al reol, tó reposo: Las olgazas,
quejándose al tirón, se balancean
cuando´l ganao, sus ojas, una a una,
v´arrancando con priesa,
y quedándosé´snúas
al lento repicar de las cencerras,
cuyo sonío arrull´a los matines
tendíos en un hoyo qu´en la tierra
folmaran para gozar de su frescura,
¡siempr´oteando las orejas tiesas!
Tó era tranquilidá...¡Tó eran aplomos
nacíos de l´antraña de la dhesa!
¡Paicía que la tierr´adormecía,
gozaba de la paz c´había en ella!
Tó lo mesmo, lo mesmo qu´esta tarde...
¡Sólo cambeó´l color de mi caeza!
De pronto, quebrantaron el silencio,
al tiempo qu´ellos parten como flechas,
los furiosos ladríos de los perros,
al berruntal a pie por la vedera
que viene desde´l pueblo, a un escotero
que s´agachó medrodo a por piedras,
-cosa qu´inchó el furor de los astines-:
y ya l´andaban cerca,
cuando s´alzó m´agüelo, dió un silbío;
nombró a los perros c´a las plantas nuestras
vinieron ojerizos, meneando
el rabo y las orejas,
y llegó´l azacán. Er´un menistro
con gorra de galones y de letras,
c´a los rayos del sol, ya moltecinos,
brillaban c´omo estrellas.
Uno d´esos que son terrol del probe
ca que´mpuja su ruinosa puerta,
d´esos que suelen ir a los embargos,
si a la contrebución no llevas perras.
D´esos que son lo mesmo que los lobos;
que siempre que s´acercan,
se llevan algo nuestro entre los dientes.....
¿Nunca se van sin presa!
Mus dió las güenas tardes, mu cumplío;
acarició los lomos d´una perra
c´a no ser por musotros, los espiazara,
según en su gruñío manifiesta,
i con gesto que quiere ser d´amigo,
a m´agüelo le di´una papeleta,
que la cogió temblándole la mano
lo mesmo que si fuera
la caeza de vívora traidora
c´adormilá acechara en la maleza.
Tras d´echar un cigarro,
y alegar que tenía cuatro leguas
pal pueblo, y era tarde,
salió´l guacil, de nuevo a la vedera
y s´escondió´n las matas, despedío
por el brusco balar de las borregas,
sobrecogías al volver los perros
a ladrar con más ansia; ¡con más fuerza!
......
Chevi Sr.