"El caballo es un animal cuadrúpedo e implume. Ningún caballo es perro, aunque suelan repetirlo con frecuencia los malos jinetes. Los hombres rebuznan, desde luego, con mucha más facilidad que los caballos ladran."
EL NOBLE BRUTO Y SUS AMIGOS
PSICOLOGÍA DEL CABALLO
No por causa del sábado el hombre ha sido hecho, sino el sábado por causa del hombre, dice el evangelista. Pero esto ha hecho y hace cometer todos los días multitud de errores. El hombre es un poco del sábado, y este una parte de aquel. Mas el hombre tiene una ridícula tendencia a creer que es el centro del mundo, que los demás seres y cosas han visto la luz únicamente para su placer y aprovechamiento; que es en suma, un rey de la creación por derecho divino; que todos lo saben, y que quien les resiste falta, por tanto, a su conciencia y a sus más sagrados deberes. Esto es, sencillamente, tomar el rábano por las hojas. El hombre es rey de la creación tan solo por derecho de conquista, lo mismo que el León es el rey de los animales. El hombre -porque su fuerza, ayudada por la inteligencia, se centuplica- puede llegar a dominar a todos los animales; mas no le basta con quererlo, porque ellos no admiten a priori su inferioridad y dependencia. Y si por haber dominado de una especie cualquiera alguno, se creyese que sería sencillísimo repetir el experimento con todos sus semejantes, se cometería el error de la ballena, que cuando se tragó a Jonás se figuraba que en lo sucesivo se alimentaría con carne de profeta. Ahí está, sin embargo, los hechos. Los dientes de la ballena no han vuelto a tocar carne humana más que a través de las camisas de mujer, y han perdido hasta tal extremo su poder que, ni aún estando tan cerca, consiguen domarla.
De los animales, el perro -ya lo dijimos- , humilde y servicial, ha llegado, a fuerza de siglos de convivencia, a aceptar como dogma su relación de servidumbre con el hombre. Pero bien cerca tiene a su enemigo el gato, que, no obstante una intimidad tan prolongada, no admite en los más mínimo los derechos del hombre sobre él. Cede ante su fuerza, cuando no le es posible otra cosa, pero a regañadientes. El mismo perro, esclavo de sus amos, no admite la superioridad genérica del humano, y si la ocasión se tercia, es muy capaz de clavar sus colmillos para castigar la insolencia, sea de un posterior demasiado abundante, o de unas pantorrillas afrodisíaca mente inexistentes.
¿Que todo esto lo sabe cualquiera? Sin duda, pero muchos lo olvidan con frecuencia o proceden como si no lo supiesen. En el caso particular del caballo -al que ya es hora de volver-, después de esta excursión por las ramas- hay quien se figura que desde el momento que se deja tradicionalmente poner un ronzal al cuello hace renuncia consciente y formal a todo lo que sea voluntad de su tirano. No falta tampoco -y esto es lo más curioso- quien supone que esa sumisión definitiva e hipotética lleva también consigo el poder de conocer telepáticamente los deseos del hombre, por arbitrarias que sean las maniobras que acompañan a esa transmisión directa de su pensamiento.
Libros y tradiciones inglesas hablan, es cierto, de sugestionadores de caballos. Para la doma difícil del mismo Eclipse de dice haber recurrido a un hombre con fama de tal, muy famoso, llamado Sullivan, y del que se citan múltiples pruebas. Aun en el día, algunos mejicanos gozan fama, empleando o no hierbas adormecedoras, de dominar en una sesión al caballo más difícil. Más, en términos generales, puede asegurarse: Primero, que cuando hay un caballo verdaderamente difícil, existe siempre a la par -si no ha fallecido como consecuencia- un hombre que tiene la culpa. Segundo, que la mayor parte de las cosas que se tienen por defensas son malas inteligencias. Así, por ejemplo, todos hemos visto como algunos caballos se defendían obstinadamente de los esfuerzos combinados de media docena de hombres, empeñados en sujetarlos para ponerle luego las herraduras. Y al día siguiente, asombrados, hemos presenciado como estos animales se dejaban pacifica mente herrar por un solo hombre, que ponía los clavos sosteniendo entre sus muslos la pata del caballo, mientras un niño con un pañuelo impedía que las moscas viniesen a turbar este cuadro admirable.
Pretendemos al decir esto sacar la consecuencia de que la existencia de esta sugestión no tiene importancia. Sigan creyendo en ella los amigos de lo maravilloso. Para opinar en definitiva sería preciso un estudio minucioso, que dejamos libre enteramente para aquellos a que la cuestión interese. a nosotros la sugestión no nos hace ninguna falta. Nos basta con conocer la psicología del caballo, como les ha bastado a los buenos jinetes de todos los tiempos. Y por ese camino práctico y científico, hemos llegado a dominarlos desde encima hasta un punto al que no han llegado los pretendidos sugestionadores de ninguna época. Lo maravilloso es es el auxiliar histórico de la ignorancia. Nosotros pretendemos seguir, en esta modesta esfera, el gran camino moderno que lleva por el conocimiento a la maravilla.
El caballo es un animal dulce, inocente y temeroso. Estas tres cualidades siempre van unidas a él, y es preciso no perderlo nunca de vista. Rara vez, mientras no ha sido enviciado, trata de hacer daño.. Lo hace bastantes veces involuntariamente, pues casi no lo conoce, y muchas por miedo. Este le domina con facilidad. Trata de huir de cuanto le sorprende, y, como tiene muy buena memoria, una brutalidad intempestiva convierte para él al hombre en un animal malévolo, que no tendrá nunca su simpatía.. Por eso, el buen trato y las caricias son absolutamente necesarios, sea cual sea el fin que trate de alcanzarse. Estas, sobre todo, obran directamente a la vez sobre su dulzura y su timidez. Siempre serán, pues, oportunas, como no sigan inmediatamente a una resistencia, caso en que el caballo las interpretará torcidamente.
Durante muchos siglos se ha considerado al caballo como un animal valiente, y sobre el particular se ha amontonado buena cantidad de vana literatura.. Su ardor, en las batallas principalmente, ha sido cantado innumerables veces por los poetas. Y habría sido héroe algunas veces, no lo dudamos, pero siempre por el temor, como algunos hombres. El caballo llega hasta alocarse por miedo; huye, huye desenfrenadamente sin saber a donde va, y entonces se estrella o se despeña. Pero si la víspera se le hubiera sacado al paso, no hubiera querido ni siquiera asomarse ala abismo en que acaba de morir.
En la lucha de velocidad con sus semejantes es donde únicamente los caballos muestran su valor, y aun no todos. Muchos huyen de los otros, de su proximidad, y por eso corren. En cuanto los sienten cerca, se paran y los dejan pasar atemorizados. Los caballos excesivamente fogosos y ardientes que nos pintan como valerosos pertenecen casi siempre a esta categoría, es decir , son los más miedosos.
Al caballo puede aumentársele la valentía por dos medios: por imitación y por sumisión.
Estos apuntes y otros que se pueden añadir sirven para "la doma" del caballo, teniendo siempre en cuenta lo que decía el maestro James Fillis:
"Mientras el caballo no se ha revelado una vez y se le ha vencido, no puede decirse verdaderamente que está domado."
Adolfo Botín Polanco
De los animales, el perro -ya lo dijimos- , humilde y servicial, ha llegado, a fuerza de siglos de convivencia, a aceptar como dogma su relación de servidumbre con el hombre. Pero bien cerca tiene a su enemigo el gato, que, no obstante una intimidad tan prolongada, no admite en los más mínimo los derechos del hombre sobre él. Cede ante su fuerza, cuando no le es posible otra cosa, pero a regañadientes. El mismo perro, esclavo de sus amos, no admite la superioridad genérica del humano, y si la ocasión se tercia, es muy capaz de clavar sus colmillos para castigar la insolencia, sea de un posterior demasiado abundante, o de unas pantorrillas afrodisíaca mente inexistentes.
¿Que todo esto lo sabe cualquiera? Sin duda, pero muchos lo olvidan con frecuencia o proceden como si no lo supiesen. En el caso particular del caballo -al que ya es hora de volver-, después de esta excursión por las ramas- hay quien se figura que desde el momento que se deja tradicionalmente poner un ronzal al cuello hace renuncia consciente y formal a todo lo que sea voluntad de su tirano. No falta tampoco -y esto es lo más curioso- quien supone que esa sumisión definitiva e hipotética lleva también consigo el poder de conocer telepáticamente los deseos del hombre, por arbitrarias que sean las maniobras que acompañan a esa transmisión directa de su pensamiento.
Libros y tradiciones inglesas hablan, es cierto, de sugestionadores de caballos. Para la doma difícil del mismo Eclipse de dice haber recurrido a un hombre con fama de tal, muy famoso, llamado Sullivan, y del que se citan múltiples pruebas. Aun en el día, algunos mejicanos gozan fama, empleando o no hierbas adormecedoras, de dominar en una sesión al caballo más difícil. Más, en términos generales, puede asegurarse: Primero, que cuando hay un caballo verdaderamente difícil, existe siempre a la par -si no ha fallecido como consecuencia- un hombre que tiene la culpa. Segundo, que la mayor parte de las cosas que se tienen por defensas son malas inteligencias. Así, por ejemplo, todos hemos visto como algunos caballos se defendían obstinadamente de los esfuerzos combinados de media docena de hombres, empeñados en sujetarlos para ponerle luego las herraduras. Y al día siguiente, asombrados, hemos presenciado como estos animales se dejaban pacifica mente herrar por un solo hombre, que ponía los clavos sosteniendo entre sus muslos la pata del caballo, mientras un niño con un pañuelo impedía que las moscas viniesen a turbar este cuadro admirable.
Pretendemos al decir esto sacar la consecuencia de que la existencia de esta sugestión no tiene importancia. Sigan creyendo en ella los amigos de lo maravilloso. Para opinar en definitiva sería preciso un estudio minucioso, que dejamos libre enteramente para aquellos a que la cuestión interese. a nosotros la sugestión no nos hace ninguna falta. Nos basta con conocer la psicología del caballo, como les ha bastado a los buenos jinetes de todos los tiempos. Y por ese camino práctico y científico, hemos llegado a dominarlos desde encima hasta un punto al que no han llegado los pretendidos sugestionadores de ninguna época. Lo maravilloso es es el auxiliar histórico de la ignorancia. Nosotros pretendemos seguir, en esta modesta esfera, el gran camino moderno que lleva por el conocimiento a la maravilla.
Durante muchos siglos se ha considerado al caballo como un animal valiente, y sobre el particular se ha amontonado buena cantidad de vana literatura.. Su ardor, en las batallas principalmente, ha sido cantado innumerables veces por los poetas. Y habría sido héroe algunas veces, no lo dudamos, pero siempre por el temor, como algunos hombres. El caballo llega hasta alocarse por miedo; huye, huye desenfrenadamente sin saber a donde va, y entonces se estrella o se despeña. Pero si la víspera se le hubiera sacado al paso, no hubiera querido ni siquiera asomarse ala abismo en que acaba de morir.
En la lucha de velocidad con sus semejantes es donde únicamente los caballos muestran su valor, y aun no todos. Muchos huyen de los otros, de su proximidad, y por eso corren. En cuanto los sienten cerca, se paran y los dejan pasar atemorizados. Los caballos excesivamente fogosos y ardientes que nos pintan como valerosos pertenecen casi siempre a esta categoría, es decir , son los más miedosos.
Al caballo puede aumentársele la valentía por dos medios: por imitación y por sumisión.
Estos apuntes y otros que se pueden añadir sirven para "la doma" del caballo, teniendo siempre en cuenta lo que decía el maestro James Fillis:
"Mientras el caballo no se ha revelado una vez y se le ha vencido, no puede decirse verdaderamente que está domado."
Adolfo Botín Polanco
Chevi Sr.