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JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA OFICIAL DE CABALLERIA

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JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA OFICIAL DE CABALLERIA




José Antonio Primo de Rivera. Sí, era de Caballería, Oficial de cuota. Empezó en Barcelona en el Regimiento Santiago, luego fue el Numancia, y acabó de Alférez en Húsares de la Princesa.

Cuando su padre da el golpe, José Antonio está haciendo el Servicio Militar en el Regimiento Santiago.

Obtuvo el título de Licenciado en Derecho el 20 de enero de 1923. Después de celebrar con su Promoción el Doctorado de su carrera de abogados, se fue a Barcelona, donde su padre era Capitán General desde marzo del año 1922.

El 20 de junio de 1923 presentó en la Secretaría de la Facultad de Derecho de Madrid una instancia solicitando un Certificado de haber aprobado el Doctorado, a efectos de solicitar su ingreso en el Ejército como voluntario.

José Antonio renuncia a todo bienestar y el segundo verano de su estancia en Barcelona, sirve como voluntario – forma de recluta de la Oficialidad de Complemento – en el Ejército. Así, habrá cumplido sus deberes militares con la Patria el día en que por edad puede vestir la Toga, y podrá dedicar ya todo su tiempo a la actividad que le enamora: el ejercicio de su profesión.    

JOSE ANTONIO, SOLDADO

 Sientan plaza al mismo tiempo él y Miguel.

Como el General, su padre, reside a la sazón en Barcelona y allí se han trasladado sus hermanas y sus hijas, es natural que los muchachos vayan a ser Soldados en donde está la familia, reunida después de muchos años de separación. José Antonio hubiera preferido servir en Madrid, o en otro sitio donde su padre no fuese la primera Autoridad Militar, pero razones familiares vencieron este escrúpulo. Las razones familiares y el firme propósito de no aprovechar ni una sola de las ventajas que pudiera proporcionarle la posición paterna. Y, en efecto, desde el primer día que vistió el uniforme deSoldado del Regimiento de Caballería número 9 -Dragones de Santiago- se le vio salir de Capitanía General a pie todas las mañanas para trasladarse al Cuartel de Gerona en el primer tranvía, en donde se confundía con los primeros jornaleros madrugadores, los últimos juerguistas trasnochadores de vuelta de los innumerables cabarets, tabernas, prostíbulos y garitos del distrito quinto, o simplemente los soñadores de la mágica rambla de los pájaros, que no podían irse a dormir sin oír la lírica  diana de los alegres gorriones y mirlos de los copudos tilos. En aquel tranvía o a pie, con la fresca del alba cargada de aliento marino y olores de fábrica, iba el hijo mayor del Capitán General a su servicio a la Patria. Ni una sola vez siquiera le vio nadie llegar en el automóvil oficial del padre. Regresaba lo mismo. Dentro del Cuartel era de una exacta puntualidad para el cumplimiento del deber. Jamás tuvo pereza ni desgana. La instrucción y las marchas a caballo alegraban su seriedad habitual. Al regresar de ellas tenía un apetito feroz, y se dirigía con otros compañeros a la cantina, donde lo saciaba con grandes bocadillos. Inmediatamente se apartaba dé los demás, rehuyendo la broma cuartelera, con su especial lenguaje chabacano y su anecdotario, saliendo al sol —siempre que podía— con un libro —que nunca le faltaba—. En general, entre el grupo de mu-chachos catalanes que como cuotas o voluntarios de un año servían en el mismo Regimiento, tenía pocas simpatías. No obstante juzgar algunos orgullos su timidez y su apartamiento de las chanzas ordinarias y atribuir a deseo de significarse el magnífico celo con que cumplía las más mínimas obligaciones, unió un gran afecto a sus compañeros de, cuartel, y muy especialmente a Jorge Girona. Aunque todavía no se hablaba de política en los Cuarteles, ya en los de Barcelona se empezaban a fomentar las pasiones. La separatista —que lo mismo afectaba -a los Soldados de cuota que a los de haber— y las de tipo social avanzado, basadas en la indisciplina, en la consideración del Servicio Militar como una tiranía del Estado burgués, corrían ya por los patios del Cuartel de Gerona como por los de Atarazanas.

José Antonio, sin proponérselo, ejemplarizaba con su conducta. Y ante él, ni hablaban catalán los muchachos de las familias bien de la Liga, ni se atrevían a lanzar sus anatemas anarquistas los obreritos de Sabadell o Tarrasa llamados a filas por las quintas. Cuando alguien le proponía usar de su posición privilegiada para obtener ventajas en el Servicio, contestaba: «Ser voluntario e hijo del Capitán General me obliga mucho más que a vosotros.» A los dos meses de servicio —septiembre de 1923— asciende a Cabo. 


Momento en el que José Antonio, durante su Servicio Militar como Alférez de Complemento de Caballería, saluda a su padre por aquel entonces Presidente del Directorio Militar en el Palacio Real de Madrid.

José Antonio sirvió en Barcelona, como Sargento de Complemento en el Regimiento Dragones de Santiago, (en Madrid lo hizo en el Regimiento Húsares de la Princesa).

EL GOLPE DE ESTADO DEL 13 DE SEPTIEMBRE

No hay modo de saber qué intervención tuvo José Antonio en el golpe de Estado del 13 de septiembre. Es fácil comprender que como hijo entusiasta de su padre, como español y como Militar, consideraría una liberación para la Patria el establecimiento de una Dictadura. Pero probablemente nada más. Era muy joven todavía para que el General le consultase sobre la tremenda decisión que tomaba para intentar salvar a España, aunque la seriedad de su carácter y la claridad de su juicio, bien conocidas de su padre, le hubiesen hecho confidente de muchas cosas en aquellos momentos en que el General, siempre cordial y expansivo, daba rienda suelta a su pensamiento delante de las personas de su intimidad. Ha oído, pues, hablar —con conocimiento de causa y no sólo por el estruendo callejero— del famoso asunto de las responsabilidades por la derrota de Annual y del célebre expediente Picasso, asuntos que, llevados al Parlamento, amenazaban de quiebra no sólo al régimen monárquico, sino al Estado español. Aquel asunto apasionaba a España entera. Las bofetadas del Senado entre el General Aguilera y Sánchez Guerra habían resonado en todas partes como la palmada que invitaba al silencio para prepararse a presenciar un acontecimiento. El Marqués de Estella salía de Barcelona continuamente para conferenciar con altas personalidades. Otras iban a visitarle en la Capitanía General, y José Antonio las encontraba en las madrugadas cuando salía para el Cuartel. El periódico qué compraba para leer en el tranvía le informaba de la situación desesperada de la vida española camino del caos. Robos, atentados, atracos, estafas, negación de todo lo alto y lo hondo. Eh el Congreso, chocarrerías de Indalecio Prieto, y en el Senado, letargo cerril de las aristocracias intoxicadas de estupidez y democracia.

EL HIJO DEL DICTADOR

EL General, una vez en Madrid al frente del Directorio Militar, consiguió que su hijo José Antonio pudiese cambiar de Regimiento para terminar a su lado el Servicio. José Antonio pasó a Húsares de la Princesa, de Guarnición en la ca-pital. Miguel interrumpió su servicio por enfermedad. Como si su, padre fuera, en lugar del árbitro de los destinos de España, un buen señor cualquiera sin influencia de ningún género, José Antonio continuó yendo al Cuartel en tranvía o a pie y poniendo el máximo interés en el aprendizaje de la milicia y en el cumplimiento de todas sus obligaciones. En Húsares ascendió a Suboficial y a Oficial, coleccionando así los cuatro títulos clásicos: Bachiller, Licenciado, Doctor y Alférez.  


José Antonio viste el uniforme de Alférez de Dragones de Caballería de Santiago a cuyo Regimiento perteneció en Servicio voluntario. (Hacia 1921-1922) EFE

En su Alma grande caben perfectamente acoplados, el amor al Derecho, a la Milicia y a la Política.

 

 

FRANCISCO JAVIER DE LA UZ JIMÉNEZ 

 

FUENTES CONSULTADAS:

Libro: José Antonio (Biografía Apasionada), de Felipe Ximénez de Sandoval

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