CONSEJOS AL RECIEN LLEGADO
Ungentleman inglés trataba prudentemente de que su hijo, al entrar en la edad en que está permitido hacer la propia voluntad -dentro de los límites que marca el dinero que se posea-, no estuviera del todo desarmado ante las acechanzas dl mundo. Pretendía guiarle en sus primeros pasos, y como siempre no le sería dado acompañarle, quería prestarle, al menos y de antemano, su experiencia. Padre e hijo fueron por aquellos días juntos a unrestaurant, y, al terminar la comida, aquel creyó el momento propicio para proseguir sus enseñanzas. Y así, con la gravedad que le era habitual, dijo: "Bien sabes, hijo mío, que yo no trato con mis lecciones de aburrirte inútilmente, como tantos pedagogos pedantes. Yo quiero enseñarte únicamente unas cuantas cosas eficaces, verdaderamente prácticas, cuyos resultados he experimentado yo mismo muchas veces. Hoy te voy a indicar el procedimiento para saber cuando ha llegado el momento en que no se debe beber más.
La bebida no es dañina. Por el contrario. Alegra la vida, envolviendo esperanzas y tristezas en una nube indecisa, que acerca aquellas y aleja estas. Pero es preciso no rebasar el límite prudencial, detenerse en el momento que precede de cerca al ridículo y a las protestas incorrectas del estomago. Mas la receta es bien sencilla. ¿Ves aquellos dos caballeros que están sentados frente a nosotros? Y ante la respuesta muda del muchacho continuó: "Pues cuando veas cuatro en vez de dos, es que ha llegado para ti el momento de no beber más." Y apuró de un trago su copa de licor, satisfecho de haber transmitido a su descendiente aquel profundo descubrimiento. "Papá -dijo el chico tras leve vacilación-, me parece que tú deberías haberlo dejado hace un rato, porque allí en frente no hay más que un caballero".
Acaso ocurra algo parecido con nuestros consejos al recién llegado. Es fácil que veamos dos algunas veces donde no haya más que uno. Pero hemos bebido muchas veces y, sobre todo, hemos visto vaciar muchas copas a nuestro lado. Y hemos ido reuniendo una experiencia que, como todas, cuanto más larga va siendo, más inútil va resultando para quien la posee. Con la experiencia no basta, y menos con la ajena. Mas de los hechos en que se funda, siempre se puede sacar provecho y enriquecer la propia, siquiera sea en sentido distinto del que queremos aleccionar. Esa es la gran enseñanza de la anécdota del gentleman ingles. Y acaso el darse cuenta de que su padre era un borracho sin saberlo, librase al hijo, mucho más que nunca lo habrían hecho por sí solos sus sabios consejos. Con este espíritu están escritas las páginas que siguen, sobre la vida pública del jinete, vida llena de sobresaltos y abatimientos, de alegrías inesperadas y de excesivas esperanzas. Vida que para no caer en desesperación ni en soberbia pide unos nervios muy fríos o una inteligencia siempre despierta y en acecho para rectificar las impresiones demasiado vivas y tornar enseguida a la ecuanimidad. Es preciso saber resistir con el corazón tranquilo, con freno para las palabras imprudentes, tanto a las amargas derrotas como a los triunfos más resonantes. Aquellas son la piedra de toque del entusiasmo. Quin no las padece no puede estar seguro de su temple, de su firmeza. Mas las victorias dan la medida del valor del hombre. "¡Oh, tú, ilusión, voluntad mía, presérvame de todas las pequeñas victorias! ¿Quién puede resistir a las victorias?", decía el gran Nietzsche, y pedía su reservado para una muy grande, como la que al fin ha tenido. Y en equitación, reconozcámoslo noblemente, todas son pequeñas. Ni tan siquiera son del hombre solo. Imponen la humildad y sólo lo que se haya trabajado en cada caso por conseguirlas da un valor al empeño. Premio a la constancia, a la paciencia, a la disciplina en la vida, que todos pueden merecer.
Los que llegan de nuevo han de extremar la prudencia, huir de toda vanagloria. Los ojos muy abiertos y la boca muy cerrada, es la actitud que más les conviene. Si entre los que triunfan y hacen ruido ven algunos muñecos inflados con viento, no lo digan. Atiendan a aprender e imitar lo bueno y a guardar cuidadosamente lo malo en la memoria. Procuren no distinguirse más que por su arte, por su ejecución. De ahí tiene que venir primeramente su autoridad. Un solo pensamiento orgulloso les debe guiar siempre. El porvenir es suyo. Y el porvenir guarda hasta el día el privilegio de poder convertirse en presente.
Enrique Iglesias -Gente de Zona
https://youtu.be/NUsoVlDFqZg?si=rjDeFK-L4E_kLLaU